Pídeme lo que quieras, que mueva montañas, que cruce medio mundo, que sonría cuando la pena me come las entrañas, que te abrace cuando te sientes solo, que me invente cuentos para animar tus tardes. Pídeme el sol, pídeme la luna. Pero nunca me pidas que me bata por tí, que me pelee, que te defienda. No me exijas que busque en mí el odio para repartirlo en tu nombre. No me pidas que ataque... pues con cada mordisco que dé, estaré mordiendo mi alma. Con cada arañazo que dé, estaré desgarrando mi persona. Esa que tantos años he tardado en construir. Esa que decidió que la guerra no era la solución. No me pidas que te defienda, pues ya no lucho ni mi propia batalla. Hace tiempo decidí rodearme de gente buena, de gente que me quiera, y que me convierta en mejor persona. Si eso me convierte en covarde, no me importa. Sólo deseo que lo comprendas y que puedas estar a mi lado, y huír conmigo de los malos momentos. Y abrazarme, y decirme que aún me quieres. Y guardar tus energías para hacer feliz a quien lo merece, en vez de desperdiciarlas arrojándote al cuello de quienquiera que se cruce en tu camino con ganas de pelea.
Si lo que esperas de mí es amor, aquí me tendrás. Siempre. Si esperas que odie por tí, lo siento. No soy yo. No va en mi persona. El odio me metió en el pozo y sólo el amor y la alegría me sacaron de él. No voy a volver a empezar. He aprendido de mis errores, y enfadarme sólo me lleva a un mundo oscuro en el que no quiero vivir. No voy a hundirme en la mierda para sacarte de ella. Te tiendo mi mano desde fuera, por si quieres seguir mi camino. Cuando quieras, cógela.
Te sigo esperando.